El pasado 25 de junio de 2021 se publicó el informe sobre fenómenos aéreos no identificados presentado por el Pentágono al Congreso de Estados Unidos. Este compendio reavivó el debate mediático sobre uno de los temas más controvertidos de nuestra época, los ovnis.
Tal y como está escrito, la era moderna de los ovnis germina en Estados Unidos en 1947, cuando un piloto informa de la observación de nueve objetos que vuelan de forma errática en los cielos del estado de Washington.
Comienza así el desarrollo de un fenómeno sociológico occidental, hoy global, que despliega un conjunto de propuestas para esclarecer, ciertamente de manera informal, las manifestaciones anómalas, teniendo en cuenta que la llamada ufología basa su estudio casi exclusivamente en los informes de testigos presenciales.
Al rastrear que este fenómeno es sociológico, esto está directamente en línea con lo propuesto por el psiquiatra Carl Jung en 1958, a través de su libro «Un mito moderno sobre las cosas vistas en el cielo», texto en el que esboza la transferencia humana de todo lo relacionado con el tema ovni, desde una perspectiva psicológica, a través de los llamados arquetipos. Esta noción, claramente influenciada por la tendencia esotérica y simbólica de Jung, sigue siendo la inspiración de largas discusiones metafísicas más que ufológicas.
Sin bucear en los misterios indescifrables y especulativos de la mente humana, los hechos concretos nos muestran que, desde el nacimiento de la era moderna de los OVNIs, ha habido un gigantesco despliegue mediático y literario de este tema, integrado con otros contenidos, muchos de ellos quiméricos y extraídos de la ciencia ficción, que se complementaron además con el inicio de la Era Espacial. Si a esto le sumamos una sociedad angustiada por la llamada Guerra Fría, sumada al desarrollo de una aguda crisis filosófica con una vertiginosa secularización, el escenario global estaba perfectamente moldeado para pensar y creer que estábamos siendo visitados por seres inteligentes del espacio.
Ahora bien, a pesar de la construcción histórica de la ufología, desde un punto de vista psicosociológico, es imposible negar la existencia de un fenómeno físico que ha estado presente en nuestros cielos y que, además, el ser humano ha podido dejar constancia escrita a lo largo de su historia. El punto clave es que muchos de estos informes inusuales han sido explicados a medida que la ciencia ha evolucionado en la adquisición de nuevos conocimientos. Sin embargo, ciertas manifestaciones aún no las tienen y algunas de ellas han provocado graves incidentes de vuelo en el espacio aéreo. Por ello, existen diferentes grupos oficiales que tratan de encontrar la solución a estos enigmáticos encuentros u observaciones, con el fin específico de salvaguardar las operaciones aéreas, estudiando este fenómeno desde sus efectos, sin entrar en las potenciales e indescifrables causas.
De hecho, la investigación oficial no es cosa de los últimos años, por el contrario, ha ido de la mano de la misma historiografía ufológica. Es así como múltiples proyectos de investigación OVNI han preexistido en los Estados Unidos: Proyecto Sign (1947); Proyecto Grudge (1949); Proyecto Blue Book (1952-1962); Comité Condon (1966-1968) y AATIP (2007-2012).
Paralelamente, otros países también han desarrollado sus propios comités oficiales de investigación ufológica y siguen en funcionamiento, como: Sobeps de Bélgica (1971); Geipan de Francia (1977); Cridovni de Uruguay (1979).
Chile no ha sido ajeno a este escenario, siendo incluso pionero en la región y uno de los primeros países con este tipo de investigaciones a nivel mundial, después de Estados Unidos. En 1968, se creó la Comisión Chilena para el Estudio de Fenómenos Espaciales No Identificados (también llamada Comisión Bravo), que se estableció en la Dirección Meteorológica de Chile, culminando sus funciones en 1975. Luego, en 1997, se creó la Comisión para el Estudio de Fenómenos Aéreos Anómalos (Cefaa), que aún se encarga del análisis de estos informes en la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC).
Como vemos, el estudio de los ovnis no es algo nuevo, y el informe del Pentágono no es una primicia para el estudio de este tipo de fenómenos.
La información recibida por el Congreso de los Estados Unidos el 25 de junio de 2021, ha sido el resultado de una serie de acontecimientos, junto con la complicidad de varias personas que se involucraron a partir de la desclasificación de videos capturados por aviones de combate de la Marina de los Estados Unidos.
La génesis y desarrollo de esta trama se puede resumir cronológicamente con hitos que marcan la pauta.
Los hechos
El 16 de diciembre de 2017, el New York Time publicó un artículo que traduce: Auras Refulgentes y Dinero Oscuro; «El misterioso programa OVNI del Pentágono».
La crónica escrita por Helene Cooper, Ralph Blumenthal y Leslie Kean, menciona a personas que ya tenían alguna relación con los OVNIs en Estados Unidos, y es ahí donde se empieza a entender la dimensión genuina de este asunto, que es esencialmente político más que ufológico.
Por primera vez se menciona el AATIP, Advanced Aerospace Threat Identification Program, un proyecto que se mantuvo en el Pentágono desde 2007 hasta 2012, y que fue propuesto por el senador Harry M. Reid.
Reid fue senador de 1987 a 2007 por el Estado de Nevada. Su cercanía al tema de los ovnis proviene de su amistad con el empresario Robert Thomas Bigelow, propietario de Bigelow Aerospace, una entidad privada dedicada a la investigación espacial y a las nuevas tecnologías.
Bigelow, desde hace décadas se ha interesado por la ufología y como antecedente está su vinculación directa con la famosa Encuesta Roper, que en septiembre de 1991 realizó una encuesta a 5.947 ciudadanos estadounidenses, donde 119 encuestados, es decir, el 2%, respondieron afirmativamente que habían tenido alguna experiencia con aparentes extraterrestres, lo que llevado proporcionalmente a los 185 millones de habitantes de la época, daba el sorprendente resultado de que en ese momento, había 3,7 millones de abducidos en Estados Unidos.
El programa AATIP, propuesto por el senador Reid, intercambió información con Bigelow Aerospace, incluyendo recursos dentro del presupuesto de 22 millones de dólares con el que se financió. Para algunos investigadores escépticos, ese dinero no se compara con el patrimonio neto de Robert Bigelow, por lo que la relación entre el Pentágono y la empresa aeroespacial tenía que ver más con el apoyo gubernamental y toda la influencia que se pudiera conseguir. Aquí comienza la articulación política.
El New York Time aludió a un nuevo y controvertido personaje, Luis Elizondo, un ex agente de inteligencia, que al salir del Pentágono pasó a formar parte de una organización privada llamada TTSA, To The Stars Academy Of Arts and Science, junto con Tom De Longe, el líder de la banda Blink 182.
El ruido que hizo este primer artículo con toda la poderosa información que exhibía, se complementó inmediatamente con la supuesta desclasificación de tres videos provenientes del US ARMY, que To The Stars Academy solicitó directamente al gobierno de los Estados Unidos, por lo que no correspondían a la liberación de material secreto, sino simplemente a la exhibición de registros gracias a la demanda ciudadana. Estos vídeos son los denominados Nimitz (2004), Gimbal y Go Fast (2015), todos ellos obtenidos a partir de cámaras de infrarrojos montadas en aviones de combate y que consiguieron grabar objetos difusos, en los dos primeros, y en el último, se grabó un pequeño artefacto moviéndose a gran velocidad en dirección contraria a la cámara y muy por debajo de la altura de vuelo del avión.
Así, en agosto de 2018, Luis Elizondo expone a un grupo de investigadores la AATIP y explica que no sólo fue parte de este proyecto, sino que fue él quien lo dirigió.
Con este ambiente febril, el New York Time publica, el 28 de mayo de 2019 y con los mismos periodistas, un segundo reportaje muy similar al de 2017, pero esta vez más punzante y polémico, ya que hace alusión directa a los tres videos, minimizando la importancia de la AATIP o de la TTSA, salvo por la suntuosidad que se le da a Luis Elizondo, pero centrándose muy claramente en los ovnis ya con las siglas que en aeronáutica se utilizan para estas manifestaciones: UAP (Unidentified Aerial Phenomena).
Tal fue la importancia que este nuevo informe dio a la figura de Elizondo, que la propia portavoz del Pentágono, Susan Gough, en una rueda de prensa en junio de 2019, señaló que efectivamente era un antiguo agente de la OUSD, Jefe Adjunto de Inteligencia de Defensa, pero no del programa AATIP. Algo no cuadraba en este cúmulo de crónicas, pero entonces, el 11 de septiembre, el portavoz de operaciones de la US Navy, Josep Gradisher, señaló que los tres vídeos presentados inicialmente por TTSA y el New York Time eran reales y exhibían UAP.
Es aquí donde el Congreso de Estados Unidos toma cartas en el asunto y ordena al Pentágono que prepare y entregue, en 20 meses, un informe sobre estos registros y toda la información de que disponga antes del 25 de junio de 2021.
El informe del Pentágono
El informe señalaba la existencia de un fenómeno aéreo no identificado (UAP) y que los equipos electrónicos de los aviones militares no estaban diseñados para captar con claridad este tipo de manifestaciones.
A su vez, y a raíz de los tres videos señalados, se reconoció que la US NAVY estableció en 2019 un protocolo para estandarizar los reportes de UAP emitidos por los pilotos, lo que se complementa con el reconocimiento de 144 casos, de los cuales sólo uno logró ser esclarecido y que la mayoría de esos reportes fueron recibidos a partir de 2019.
Por otro lado, el informe también señala que se requiere un mayor presupuesto para continuar con las investigaciones de estos fenómenos.
Hasta el momento, el informe descubrió cosas bastante interesantes y que es necesario señalarlas para proyectar toda la actividad ufológica que se avecina:
Reconoce oficialmente la existencia de un fenómeno aéreo anómalo (Punto que abre un nuevo debate y deja muy satisfechos a los interesados en los OVNIS y sobre todo a los creyentes de las hipótesis que tratan de explicarlos, pero sobre todo a los amantes de los extraterrestres).
No menciona la palabra ni el concepto extraterrestre para calificar estas manifestaciones. (Un punto que deja muy satisfechos a los escépticos).
Confirmó que desde 2019 la US NAVY tiene un protocolo estandarizado de recepción de casos para sus pilotos y personal de tierra.
Al confirmar la existencia de 144 casos, desde el año 2004, y que de ellos no se pudo establecer ninguna explicación, genera una sospecha sobre las verdaderas funciones de la famosa AATIP entre los años 2007 y 2012, demostrando además que este programa no hizo una investigación con el nivel que se espera para un comité que depende del gobierno estadounidense.
En sus nueve páginas, este informe no expuso lo que muchos esperaban, pero estipuló meritoriamente conceptos que dejaron con una sensación de bienestar a toda la comunidad ufológica, desde los negacionistas hasta los más fervientes creyentes y contactados, declarando además la urgente necesidad de destinar un mayor presupuesto para la creación de un grupo de trabajo interdisciplinario, con el fin de estudiar estas singulares manifestaciones no identificadas.
Conclusiones
El pasado 24 de junio de 2021 se cumplieron 74 años del nacimiento de la era moderna de los OVNIs y repasando rápidamente su historiografía, podemos establecer que, en este tiempo y sumado a los registros anteriores, no hay un indicio que al menos nos dé una elucidación inicial para este singular fenómeno.
A pesar de que se niega todo lo relacionado con el tema, incluso negando su contexto físico y asociándolo a proyecciones puramente individuales o psicológicas, con efectos de masas o fenómenos sociológicos, la realidad material del fenómeno aéreo no identificado supera a la propia ciencia. Las pruebas son los informes donde se exhiben incidentes de vuelo en diversos espacios aéreos del mundo.
Lo que hay en concreto, son sólo mínimos destellos, en un sentido literal, que permiten la proyección de todo el razonamiento humano y por supuesto una exacerbación de las creencias, para explicar ciertas anomalías que se manifiestan en nuestra realidad.
Es un hecho, sin lugar a dudas, que Estados Unidos ha utilizado este tema con fines gubernamentales y militares, de tal manera que, a la sombra de los OVNIs, ha podido realizar maniobras militares, experimentos tecnológicos secretos y una serie de actividades más que, con esta táctica de desvío de información ha disfrazado su política exterior, donde incluso este mismo contexto o más bien la novela del reportaje podría estar guardando algún acontecimiento significativo, del que con mucha suerte sólo sabremos en unos años más.
Ahora, que los ovnis sean ridiculizados, muertos y enterrados de vez en cuando, no importa. Al final, siempre resucitan… y aquí estamos, una vez más, hablando de ellos.
Fuente: agendanacional.cl
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