Avi Loeb, de Harvard, cree que deberíamos estudiar los ovnis y no se equivoca

Telescope Mount Assembly at the Vera C. Rubin Observatory

Como científico del SETI, le agradezco que tenga la libertad -y las agallas- de llegar a donde pocos se atreverían a llegar

Avi Loeb, un astrofísico de Harvard que no duda en nadar en las aguas infestadas de tiburones de la controversia, está proponiendo un gran esfuerzo para encontrar extraterrestres en nuestro sistema solar, tal vez incluso en nuestro espacio aéreo. Ha recaudado 1,7 millones de dólares de financiación privada para poner en marcha lo que él llama el Proyecto Galileo, una iniciativa para llevar el rigor de la ciencia experimental a la ufología.

El plan de Loeb consiste en utilizar un telescopio en construcción, el Observatorio Vera C. Rubin, para estudiar los objetos interestelares que llegan a nuestro sistema solar. Además, el proyecto prevé la construcción de una red de pequeños telescopios, en grupos de dos, que puedan fotografiar y determinar la distancia de cualquier cosa que vean en nuestra atmósfera.

¿Es este proyecto algo para alabar o para reírse de él? Aunque los círculos académicos puedan desestimar el proyecto Galileo por considerarlo una mera forma de complacer a un público crédulo, este prejuicio es inútil y miope.

Incluso los críticos reconocen que Loeb tiene credenciales y talento. Sin embargo, algunos miembros de la comunidad astronómica lo consideran un caballero andante que se lanza a los molinos de viento. Esto se debe en gran medida a sus opiniones poco ortodoxas sobre el objeto ‘Oumuamua. Con el tamaño aproximado de un centro comercial, Oumuamua fue visto por primera vez como un punto en la imagen de un telescopio hace cuatro años. Su órbita indica que no procede de los confines de nuestro sistema solar, sino de algún otro lugar de la galaxia. Mientras que muchos astrónomos afirman que ‘Oumuamua es un cometa o un asteroide, erosionado e incrustado gracias a su largo viaje por el espacio, Loeb ha sugerido que podría ser un trozo de hardware alienígena, tal vez una vela solar.

Evidentemente, se trata de una hipótesis radical. También es un rechazo a la navaja de Occam. Esta última advierte contra la invocación de la ingeniería extraterrestre cuando hay explicaciones más convencionales que bastan para entender a ‘Oumuamua.

Pero Loeb mantiene su sugerencia, y recientemente ha opinado sobre otro enigma, uno producido por el informe recientemente publicado en el Congreso sobre los UAP (fenómenos aéreos no identificados). Este estudio fue el resultado de un proyecto de ley aprobado el pasado mes de diciembre en el que se instruía a las agencias de inteligencia del gobierno para que pusieran sobre la mesa todo lo que supieran sobre los UAP (también conocidos como ovnis). En particular, el informe debía abordar las experiencias de algunos pilotos de la Marina que han visto y fotografiado misteriosos objetos en el cielo. Ese informe, entregado a finales de junio, no decía nada sobre naves espaciales extraterrestres (al menos no en la versión publicada), pero sí admitía que de 144 incidentes intrigantes, las agencias de inteligencia sólo podían explicar uno.

Así que el Proyecto Galileo interviene para decir «ya basta». Intentemos aclarar estos atractivos fenómenos con ciencia legítima.

El público ha sido azotado por estas historias. Durante siete décadas, los creyentes en los ovnis han sido menospreciados por los científicos serios por hacer afirmaciones extraordinarias sin ofrecer ninguna prueba extraordinaria. Ahora, un investigador con credenciales parece dispuesto a intervenir para ayudar.

Eso hará que algunos pongan los ojos en blanco y concluyan que Loeb se ha pasado al lado oscuro. Pero eso es demasiado fácil. El tema es obviamente importante, y debe ser abordado sin nociones preconcebidas ni opiniones basadas en las pobres pruebas de los OVNIs del pasado.

Pero aunque a Loeb le resulte difícil encontrar el apoyo de sus compañeros, son precisamente éstos los que deberían agradecer su esfuerzo. La comunidad SETI (búsqueda de inteligencia extraterrestre), hasta el momento, no ha logrado encontrar ni una señal de radio ni de luz de otros sistemas estelares. Sí, este tipo de experimento SETI es cada vez más rápido, y sus practicantes (entre los que me incluyo) tienen la esperanza de que cuando se haya escudriñado un número sustancialmente mayor de objetivos, se encuentre una señal alienígena inequívoca.

Pero una estrategia alternativa del SETI es la búsqueda de artefactos que puedan haber construido sociedades muy avanzadas. Este es un enfoque legítimo para descubrir extraterrestres, y no depende de que una señal nos llegue justo cuando la estamos buscando. También tiene en cuenta el hecho de que el universo tiene tres veces la edad de la Tierra. En consecuencia, debería haber inteligencia en la galaxia a un nivel que está millones o miles de millones de años más allá del nuestro. Tal vez esa inteligencia tenga realmente interés en enviar equipos a otros sistemas estelares.

Así pues, es al menos posible que nos visiten, y el proyecto Galileo dice que realizará observaciones para comprobarlo.

Aun así, el proyecto es una apuesta arriesgada, motivada por fenómenos que sólo unos pocos científicos consideran dignos de estudio. La sensación entre la mayoría de los astrónomos es que ‘Oumuamua es simplemente una roca muy transitada. Los tres tentadores vídeos difundidos por la Marina pueden entenderse invocando a los aviones y los globos. Y en cuanto a la red de telescopios instalada para registrar el hardware extraterrestre que surca nuestros cielos desordenados… bueno, los 700 satélites en órbita que ya vigilan nuestro planeta no han visto nada que los humanos no hayan puesto allí.

En otras palabras, no es probable que ninguno de los fenómenos que han impulsado el Proyecto Galileo sea obra de extraterrestres.

Pero, ¿es esa una razón suficiente para descartar el ejercicio de Loeb? En su defensa, hay que admitir que el camino menos transitado a veces conduce a algo interesante.

Loeb ha conseguido financiación privada y tiene la capacidad intelectual necesaria para garantizar el rigor científico del proyecto. Cualquiera con menos credenciales tendría dificultades para ponerlo en marcha.

Libre de la banal consideración de la titularidad, y con la voluntad de ignorar las miradas de soslayo de sus colegas, Avi Loeb puede apostar por un caballo negro. Como científico del SETI, le agradezco que tenga la libertad, y las agallas, de sortear la barrera de la sabiduría convencional y llegar con audacia a donde pocos se atreven a llegar.

Fuente: scientificamerican.com

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